
Una vez en la vida quise girar a la izquierda cuando el camino me indicaba que lo hiciera a la derecha. Lo bien que estaba yo haciendo lo contrario de lo que se me proponía, contento de ver como todos los demás, como borregos, giraban a la derecha, y encima no protestaban. Tampoco sabía donde iban. Desde mi izquierda me iba fijando como desde el mayor hasta el más chico iban girando a la derecha sin darle la más mínima importancia. Es el pueblo que quiere estar bien avenido con su Rey, le quiere hacer la pelota todo lo que puede, pensé; desde mi izquierda lo miro, doy un paso adelante, otro atrás, veo lentamente a mi pueblo caer en la injusticia, el desánimo, el aprovecharse de las autoridades de la derecha sobre un pueblo indefenso e incapaz de reaccionar por el mismo, incapaz de dar el giro decisivo para no ser el cordero silencioso al que tanto le importa una cosa como otra, o ninguna normalmente. Durante unos instantes tuve la sensación de sentirme cansado, vencido con ganas de girar a la derecha. Una fuerza misteriosa me inclinaba a hacerlo, no podía resistirme, en eso, sin darme cuenta giré a la derecha, estaba claro, cuando uno tiene el despertador a la derecha y tiene que girarse para pararlo...
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